martes, 2 de febrero de 2021

MISTER ARKADIN

La filmografía de Orson Welles ha quedado marcada por los insufribles problemas con el metraje final de sus filmes y las mutilaciones por parte del montador de turno, y Mister Arkadin (Mr. Arkadin, 1955), profundamente wellesiana, no podía ser menos, si bien en ésta se alcanzan cotas insospechadas con hasta siete versiones diferentes en circulación que le han proporcionado el halo de película misteriosa, un apartado sobre el que se han escrito interesantes artículos, como el de Jonathan Rosenbaum, sobre esta obra en apariencia menor conocida asimismo en el mercado británico como Confidential Report.

El guión de la película, también obra de Welles, cuenta la historia del contrabandista Guy Van Stratten (Robert Arden), que hallándose en un puerto europeo escucha a una persona moribunda pronunciar el nombre de Gregory Arkadin, lo que le llevará a buscar al misterioso y excéntrico personaje que encontrará más tarde descubriendo que está aquejado de amnesia. Con este poderoso arranque y una fotografía portentosa a cargo de Jean Bourgoin, Welles se sirvió de Gil Parrondo para la dirección artística, una película visualmente adictiva que sin embargo se va diluyendo poco después de la introducción y muy especialmente en la parte central, fuerza que retoma en el último tramo, y sin embargo, a pesar de sus carencias, hacen de ésta una obra magnética y apasionante que sirvió (a posteriori) para apuntalar la singular estética cinematográfica del director norteamericano.

Además del arranque y la ya citada dirección de fotografía, cabe destacar el hipnótico y genial movimiento de la cámara del que hace uso Welles, los primerísimos planos y planos picados y contrapicados, los ángulos imposibles y la cámara subjetiva, un juego experimental de estética tan fantasmagórica y expresionista que me hace pensar en El gabinete del doctor Caligari que Robert Wiene filmó en 1920, todo perpetrado con una trama rotundamente kafkiana.

Mister Arkadin es una fantástica mezcla de Ciudadano KaneSed de mal y El tercer hombre de Carol Reed, con una historia aún más singular, oscura y rocambolesca (¿quién, sino Welles, incluiría a un domador de pulgas que enseña su brazo picoteado para demostrar su profesión?), y si todos los grandes creadores poseen su particular obra maldita, Welles tiene en Mister Arkadin la suya, una cinta que ya su búsqueda supone una ardua tarea para el coleccionista y es mucho más de lo que pudiera aparentar, pues todo lo que ideó el genial cineasta nacido en Wisconsin, cual rey Midas, quedó convertido en oro.

El hombre moribundo que aparece en los primeros minutos de la película.  

VALORACIÓN: 7.5/10

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