miércoles, 20 de octubre de 2021

MANOLETE

No recuerdo una crítica tan despiadada hacia una película de la que tanto se esperaba, como con Manolete (Manolete/The Passion Within/Blood and Passion/A Matador's Mistress, 2008), dirigida por el neerlandés Menno Meyjes (guionista de El color púrpura o Indiana Jones y la última cruzada) en un intento de poner el foco en la tormentosa relación del legendario torero con Lupe Sino, centrándose a su vez en aquella fatídica tarde en la que se dio cita con la muerte en la plaza de toros de Linares del ya lejano 28 de agosto de 1947 cuando un miura segó la vida del diestro cordobés. Lo grave de tan lacerante escarnio es que por desgracia las críticas no estaban desencaminadas.

La película de Meyjes, que no fue estrenada en España hasta agosto de 2012 (se dice que existe media docena de versiones), está interpretada por Adrien Brody en su papel de Manolete y Penélope Cruz como Lupe Sino, pero ni con un reparto más que potable, pues además contaba con Juan Echanove como Pepe Camará, apoderado de Manolete, y Santiago Segura en el papel de Guillermo González, mozo de espadas, el filme llega a funcionar. ¿Qué ha fallado?, se pregunta uno mientras lee con desinterés los títulos de crédito; pues principalmente un guión fallido y la falta de ritmo e intensidad necesaria para que una película de este estilo rinda como se espera de ella; sin lugar a dudas, y bajo mi punto de vista, los innumerables flashbacks con los que se articula no sólo no ayudaron, sino que supusieron un lastre llegando a fracturar el desarrollo de la historia.

Cualquier taurino y especialista en la vida y obra de un mito como Manolete extraerá al instante errores de bulto, pero es que las hagiografías las carga el diablo, incluso si como Meyjes se hacen desde la admiración cuasi religiosa. Al terminar de ver Manolete he sentido lo mismo que cuando hice lo propio con Eisenstein en Guanajuato, la película de Peter Greenaway que se centró en casi todo cuanto rodeaba al cineasta soviético salvo en lo que debía, con la sensación de que en ambos casos se ha desaprovechado un enorme potencial para haber creado algo especial.

Hay un momento en la fatídica corrida de toros del torero, en una interminable faena en la que no cesa de dar vueltas abrazado al toro, en el que se aprecia claramente el rostro del actor que dobla a Brody, fallo menor si se tienen en cuenta otros aspectos de una película en la que se producen diálogos y situaciones absurdas y ridículas más propias de un telefilme de fin de semana que de una obra seria (lo de papito y mamita es insoportable), como la escena en la que Lupe Sino escribe (en inglés) en el espejo con un pintalabios rojo «follas como un niño», o la horrible interpretación de Nacho Aldeguer dando vida a Luis Miguel Dominguín, y en definitiva un Manolete tristemente distorsionado.

Y a pesar de todo, acaso sea por la mística que irradia el personaje y por su parte mítica, a mí la película no me desagrada por completo, con algunos buenos primeros y primerísimos planos, algún que otro cenital, y ganándome en especial la estética, las localizaciones y decorados, la excelente dirección artística de Salvador Parra unida a la fotografía y el tratamiento de la luz empleado por Robert Yeoman, así como el vestuario y la ambientación y magnífica caracterización de Brody como Manolete (incluida la famosa cicatriz en la mejilla izquierda de una cornada anterior a la mortal), parte técnica que (para mí) salva por los pelos la película, siendo de justicia reconocer este punto para no repudiar por completo este nuevo intento de recrear la vida de Manolete, fallido como lo fue en 1948 Brindis a Manolete, dirigida por Florián Rey y con Pedro Ortega y Paquita Rico como protagonistas, o como lo fue Belmonte, dirigida por Juan Sebastián Bollaín en 1995 sobre Juan Belmonte, mítico diestro sevillano. Parece que las biografías sobre toreros en el cine están malditas; queda la amarga sensación de haber desaprovechado una ocasión de oro; otra más.

Penélope Cruz y Adrien Brody.

VALORACIÓN: 6/10

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