jueves, 17 de junio de 2021

EL SILENCIO DEL MAR

Tras su cortometraje Veinticuatro horas en la vida de un payaso, de 1946, Melville hizo su debut con el largometraje El silencio del mar (Le Silence de la mer, 1949), realizado en 1947 pero estrenado dos años después, un singular drama que tiene lugar en plena II Guerra Mundial y en apariencia tan alejado en estética de su posterior cine enmarcado en el neo noir, o más concretamente el polar, subgénero francés del que se le puede atribuir cierta paternidad. No sería su última incursión en el género y con esta misma temática, ya que en 1969 repetiría con El ejército de las sombras

Melville, autor del guión, se basó en el libro homónimo de Jean Bruller, que firmaba con el pseudónimo de Vercors, y aunque en ningún caso el escritor autorizó la adaptación, el director francés logró acordar con éste que haría la película y se la mostraría, y si le gustaba daría permiso para su distribución, que fue lo que sucedió. La trama es simple: Werner von Ebrennac (Howard Vernon), un educado oficial alemán, llega a un pueblo de la Francia ocupada. Allí, una familia compuesta por un anciano (Jean-Marie Robain) y su nieta (Nicole Stéphane), deben darle alojamiento, y con esta idea Melville construye una película fabulosa que transita entre lo experimental al tiempo que queda aderezada con un toque minimalista que bien podría servir para ser escenificada como una obra de teatro, y que ayudado de la magnífica fotografía de Henri Decaë linda con el expresionismo. También es cierto que Melville, en el resultado estético de esta obra, se vio ayudado inconscientemente por la falta de medios y presupuesto, que tuvo, por poner un ejemplo, que rodar el filme con los restos de bobina que compraba a los ayudantes de dirección de otras películas.

El silencio del mar es un filme tenso, psicológico, en el que en el exiguo reparto formado esencialmente por los tres protagonistas sólo uno de ellos habla: el teniente Werner von Ebrennac, mientras el resto permanece en un silencio sepulcral, salpicado por algún pensamiento o consideración, pero sin dirigirse jamás al oficial, lo que origina una enorme tensión y desasosiego en el espectador. 

Al estar rodada casi exclusivamente en interior, Melville se sirve de planos breves y gran cantidad de planos y contraplanos, hermosos contraluces y primeros planos de la muchacha, que acaba por sentir una extraña atracción hacia el teniente sin llegar a intercambiar una palabra y que nunca llega a concretarse. Existe algún momento que hace recordar a Dreyer y en especial a Gertrud, pero asimismo, en las escasas localizaciones en el exterior, a algo tan diametralmente opuesto a la forma de entender el cine del director danés como lo es el neorrealismo italiano.

El peso de la simple trama queda definido por la magistral interpretación de Howard Vernon, actor suizo que participó en España en gran cantidad de películas de terror, eróticas y de bajo presupuesto de los años sesenta y setenta, en especial con el director Jesús Franco. Como apunte final cito algunas escenas, como los monólogos de Von Ebrennac frente al fuego de la chimenea mientras el anciano, fumando su pipa, y la nieta, permanecen en absoluto silencio, roto por el sonido del reloj de pared, y en especial el momento en el que el anciano acude a comisaría y se encuentra con el teniente y observamos la escena reflejada en un juego de espejos. El silencio es el castigo contra la ocupación nazi.    

  

Howard Vernon en el papel de Werner von Ebrennac.

VALORACIÓN: 7.5/10

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