jueves, 24 de diciembre de 2020

EL CLUB DE LA LUCHA

Poco después de su estreno, y cuando la televisión por satélite de aquella época la pasaba varias veces al día, llegué a visionar El club de la lucha (Fight Club, 1999) en una veintena de ocasiones sin ser capaz de explicar qué es lo que me atraía de ella salvo que me resultaba altamente adictiva. Basada en la novela de Chuck Palahniuk, David Fincher, un director que en sus inicios se había fogueado dirigiendo videoclips, y tras la incomprendida Alien 3 y con Seven encumbrada a obra maestra de fin de siècle, hace uso de una puesta en escena no vista hasta la fecha para filmar una película que pronto se transformaría en objeto de culto. 

La historia nos traslada a una ciudad moderna anclada en una sociedad que roza la distopía, en la que un hombre que responde a nombres como Cornelius, Jack, o acaso un sin nombre (Edward Norton), lucha contra su insomnio crónico acudiendo a diferentes grupos de terapia, lugar en el que conoce a Marla Singer (Helena Bonham Carter), y que junto con el encuentro fortuito del primero con Tyler Durden (Brad Pitt), fabricante de un exitoso jabón, formarán el triángulo que irá moviendo la película, de la que también cabe destacar a Robert Paulson (Meat Loaf) y Angel Face (Jared Leto), que participarán en nocturnas peleas clandestinas dentro de un club que se convertirá en una auténtica secta hasta alcanzar todos los estratos de la sociedad. 

La película, con tintes pseudofilosóficos, posee muchas y variadas lecturas, pero el mensaje que parece subyacer es el de estar ante unos individuos hastiados de todo que buscan mediante el uso de la violencia transformar a una sociedad completamente moribunda; pero de lo que no cabe duda es de que David Fincher es uno de los grandes directores de su generación y está llamado a ser un referente en la historia del cine moderno.  

Edward Norton y Brad Pitt.

 VALORACIÓN: 8.5/10  

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